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LA ARQUITECTURA Y LA SOSTENIBILIDAD

LA ARQUITECTURA Y LA SOSTENIBILIDAD
Arquitectos núm. 155, número 00/3.


La sostenibilidad es un concepto amplio y complejo que implica el equilibrio entre el medio natural, el uso de la tecnología y las necesidades sociales y culturales, ya sea a nivel local como global, así como el equilibrio necesario entre el individuo y la colectividad.

Partiendo de los principios democráticos y profundizando en ellos, pretende dar una respuesta realista al desarrollo ilimitado por parte de la cultura occidental y propone una visión ética y global del desarrollo económico, considerando como un ecosistema más aquellos organizados por la humanidad y por tanto, sujetos a leyes similares de equilibrio, evolución y capacidad de carga del sistema.

Si hasta ahora los referentes que identificaban a un colectivo y su percepción de la realidad estaban sujetos a un entorno geográfico concreto, actualmente se está produciendo una visión más individualizada de esta realidad que depende cada vez más de las posibilidades de acceso a los nuevos medios de comunicación y del tipo de circuito informativo.

Por ello, la sostenibilidad es un intento de sistematizar estos cambios, dotando de lenguaje y de referentes a este proceso de abstracción que la cultura occidental viene manifestando a lo largo de su historia.

Dar respuesta al nivel alarmante de empobrecimiento cultural, a las "democracias técnicamente correctas" que reducen la participación ciudadana a mínimos preocupantes, a la cultura basada en el rendimiento económico y el éxito inmediato, a la exhibición tecnológica de cualquier poder a costa de otras culturas o de los recursos naturales o a la banalidad como único contenido, son algunos de los objetivos propuestos por la "cultura y el pensamiento sostenible".

La arquitectura ha sido uno de los interlocutores por excelencia entre el ser humano y su entorno, tanto para protegerse como para actuar sobre él.

Partiendo de unos recursos limitados, ha sido capaz históricamente de expresar las necesidades humanas en cada época, ya sean individuales o colectivas, ser representativa de su estado tecnológico, social y artístico y proponer soluciones más o menos equilibradas respecto al entorno natural. En sus inicios por una concepción del hombre integrado a la naturaleza y más tarde, como sistema de producción, por las propias limitaciones tecnológicas.

La complejidad, la interdependencia o la reflexión sobre el propio sistema son instrumentos de la sostenibilidad pero también lo son de la arquitectura. Ambas parten de múltiples premisas y son capaces de dar una respuesta global a múltiples demandas de diversa naturaleza.

La arquitectura, desde su propia disciplina, es capaz de asumir las premisas de la sostenibilidad en su matriz formal y funcional e integrarlas como estrategia de proyecto y de establecer una relación compleja entre éstas y el espacio arquitectónico a partir de un equilibrio razonable entre los recursos económicos y medioambientales :

Los espacios se convierten en verdaderos controladores climáticos ya sea para calefactar como para refrigerar y las fachadas y las cubiertas en generadores energéticos, la movilidad de ciertos paramentos impide el sobrecalentamiento del interior, en las cubiertas, mediante gárgolas explicitadas en la fachada, se recoge el agua pluvial para su posterior reciclaje o bien se transforman en espacios vegetales que absorben los contaminantes y proporcionan oxígeno y humedad ambientales, la vegetación existente o la prevista en el proyecto puede proteger del viento frío procedente del norte en invierno mientras que en verano reconducirlo para refrigerar, etc.

El uso de los elementos captores en el proyecto arquitectónico sugiere el juego entre vacío y opacidad o el contraste entre materiales tradicionales y tecnológicos. Son elementos integrados que por su tamaño y textura, ya sea en fachada o mediante espacios intermedios, definen un lenguaje arquitectónico determinado y permiten al usuario percibirlos como una máquina de intercambio energètico. Las cubiertas, convertidas en nuevos jardines urbanos, sugieren un nuevo uso y lectura de la ciudad.

Todos ellos son intrumentos arquitectónicos contundentes que ayudan a definir el carácter del edificio y su entorno.

El conocimiento actual de los ciclos de vida de los materiales de la construcción y su repercusión en la salud o en el medio ambiente o la aplicación de los medios informáticos existentes que simulan el comportamiento energético de un edificio, nos permite ver la interdependencia de las decisiones tomadas y entender el proyecto arquitectónico como un proceso más amplio al estrictamente de proyecto y de ejecución. Es el caso de la deconstrucción de los edificios que requiere un rigor proyectual muy estricto, ya sea para la reutilización y reciclaje de sus componentes o su traslado posterior a otro lugar, en cuyo caso, a la dificultad técnica y constructiva hay que añadir la reflexión social y cultural sobre la posibilidad de diferentes emplazamientos.

Proyectar la arquitectura desde la sostenibilidad significa en definitiva hacerlo desde un nuevo modelo de variables que facilita un análisis más global y crítico del proyecto arquitectónico y de todos los ámbitos del proceso constructivo.

Así, actuaciones supuestamente "sostenibles" por un ahorro energético en el consumo al utilizar energías renovables, resultan ser mucho más costosas medioambientalmente al proponer energías de apoyo no adecuadas si analizamos la totalidad del sistema.

Ciertas propuestas para la captación de las energías renovables en fachada, en cubiertas o en ventanas son tratadas como instalaciones añadidas sin ningún tipo de diálogo arquitectónico. Detrás no hay arquitectura, son puro trámite ante la mayor sensibilidad de la sociedad por el medioambiente y algunas parecen obedecer a ciertas consignas políticas o comerciales.

Las nuevas tecnologías de ciertas "arquitecturas sostenibles", tanto en los material como en las instalaciones, deberían ser analizadas en su conjunto para valorar si el sobrecoste económico y medioambiental ofrecen unos valores razonables, asumibles dentro del proyecto arquitectónico, y determinar si su uso obedece a un cierto afán exhibicionista o como una razón en sí misma.

Parece ser más fácil aplicar la tecnología para resolverlo todo que pensar en la propia arquitectura o justificar un sobrecoste por el incremento "necesario" de la tecnología que dedicarlo a una mejor calidad arquitectónica que resuelva con mecanismos relativamente sencillos el confort de los usuarios.

Frente a la primacía de la economía y la eficacia del mercado que ha relegado a la arquitectura a la simple construcción, al puro espectáculo o la ha calificado interesadamente de "arquitectura de diseño", a la cual sólo unos pocos tienen derecho para así negarle su gran valor cultural y representatividad social, la arquitectura debe reivindicar de nuevo su papel motor en la emergente cultura de la sostenibilidad, reelaborar de nuevo el equilibrio entre la tecnología y el consumo energético y proponer nuevos usos y significados ante un mundo cada vez más abarcable y limitado.

La situación actual no es la más idónea para el profesional de la arquitectura porque nunca había estado tan abandonado a su suerte como ahora, al haber desaparecido la complicidad del mundo político y de las administraciones con respecto al valor cultural innegable que tiene la arquitectura frente a la sociedad.

Pero también hay que decir que los arquitectos, a igual que el conjunto de las sociedades democráticas, quizá estemos abandonando nuestra responsabilidad colectiva sobre la cultura.

Por todo ello, se quiera o no creer en las bondades de la arquitectura sostenible, nadie puede negar la magnífica ocasión que ella representa como reflexión y compromiso social con la sociedad democrática del s. XXI.


Fidela Frutos Schwöbel
Josep Maria Sanmartín Burgués